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_Fatiga por Zoom: ¿la tecnología le está agotando? (y cómo recargar pilas)

El confinamiento ha obligado a los trabajadores de hoy en día a depender de la tecnología a unos niveles nunca antes vistos, desde las videollamadas hasta las conversaciones informales por Skype. Sin embargo, ¿la tecnología está aumentando nuestra productividad o haciéndonos sentir aturdidos y aislados? A continuación, le explicamos las posibles razones detrás de su cansancio durante este confinamiento y cómo revertir la situación
junio 11, 2020

En diciembre de 2019, la plataforma de videoconferencias Zoom acogía a unos 10 millones de participantes al día. En abril, la cifra ascendió a 300 millones. Del mismo modo, Microsoft Teams ha experimentado un repunte del 70% en el número de usuarios activos diarios y Google Meet da cada día la bienvenida a tres millones de nuevos usuarios.

Este mayor consumo de la tecnología no solo se está dando entre compañeros de trabajo y departamentos, sino que también está cambiando la forma en que satisfacemos las necesidades de nuestros clientes.
Las visitas físicas a propiedades enseguida se vieron sustituidas por las virtuales, los webinars reemplazaron a las conferencias canceladas y los responsables de los talleres ahora imparten sus clases de yoga y celebran sus reuniones sobre el diseño de jardines por Internet.

Quizás sea la primera vez que estemos interiorizando de verdad el poder de la tecnología. Sin embargo, esta aptitud digital ha surgido por una cuestión de necesidad, más que como un esfuerzo consciente por optimizar nuestras vidas. Ha sido un síntoma, no una causa.

Y parece que tiene un lado negativo. Según Google Trends, el número de personas que buscan en Google “Fatiga por Zoom” se ha multiplicado por diez desde principios de abril, y el término de búsqueda “Fatiga por Zoom es real” ha recibido lo que Google denomina un “aumento puntual”, honor reservado solo para las búsquedas que aumentan de forma masiva. ¿Por qué nos sentimos tan cansados durante el confinamiento?

"El silencio crea un ritmo natural en una conversación en la vida real. No obstante, cuando sucede en una videollamada, empezamos a agobiarnos por la tecnología."

_Gianpiero Petriglieri, Profesor Asociado, Insead,


¿Son agotadoras las videollamadas?


Al principio del periplo del teletrabajo, lo más educado era activar la cámara durante las videoconferencias, algo que nosotros también defendimos. Este hábito tiene buenas intenciones, permite compartir sonrisas, establecer contacto visual y ver caras familiares para conseguir cierta sensación de normalidad.

Sin embargo, las videollamadas, en su totalidad, pueden hacernos sentir una dolorosa nostalgia por cómo eran nuestras reuniones antes de la pandemia. Por primera vez, nos vemos hablar, fruncir el ceño y asentir, lo que provoca que controlemos demasiado nuestras reacciones. Y, por supuesto, no podían faltar las quejas del tipo "¿De verdad que me pongo así cuando hablo?"

Ya no sabemos quién está estableciendo contacto visual con nosotros, lo que significa que las habituales miradas de reojo o el "Ya lo hablaremos tú y yo más tarde" se desvanecen en el vacío, lo que nos hace sentirnos más aislados que antes.

Tampoco podemos disfrutar del lujo de charlar con nuestros compañeros para desahogarnos mientras todo el mundo abandona la sala después de una reunión. Estas pequeñas conversaciones, que en su momento quizás fuesen triviales, nos recordaban que, pese a tener nuestras funciones y responsabilidades asignadas, había vida más allá.

Si se siente más cansado que de costumbre, no es el único.


Liz Fosslien y Mollie West Duffy explican en la revista Harvard Business Review que hay mucha gente que, al terminar la jornada, se siente más agotada de lo normal. Nuestra manera actual de trabajar, dependiente de la tecnología, está influyendo de manera decisiva en nuestros niveles de concentración. “La única forma de demostrar que estamos atentos en una videoconferencia es mirar a la cámara”, afirman. “Sin embargo, ¿cuántas veces nos hemos acercado a nuestros compañeros y nos hemos quedado mirándolos fijamente en la vida real? Probablemente nunca. Esto se debe a que intentar mantener la mirada de forma constante hace que nos sintamos incómodos — y cansados”.

Gianpiero Petriglieri, profesor asociado de la escuela de negocios Insead que analiza el desarrollo y el aprendizaje sostenibles en el lugar de trabajo, lo secunda y afirma lo siguiente: “Las mentes están juntas cuando los cuerpos sienten que no. Esta disonancia, que provoca sentimientos encontrados en las personas, es agotadora. Uno no puede meterse en una conversación de forma natural”.
Prosigue: “El silencio crea un ritmo natural en una conversación en la vida real. No obstante, cuando sucede en una videollamada, empezamos a agobiarnos por la tecnología”.


Gestión de nuestro entorno en el hogar


Tal y como explican Liz Fosslien y Mollie West Duffy: “En muchas situaciones, teletrabajar supone echar más leña al fuego”. No solo estamos gestionando una nueva forma de comunicación, sino que además estamos intentando mantener un entorno de trabajo profesional.

Mientras estamos en una videollamada, nuestros compañeros de piso se deslizan por el suelo de la habitación para tomar prestados equipos de ejercicio, nuestros seres queridos nos hacen señas para preguntarnos si queremos otro café y nuestros hijos, que son mucho menos conscientes de lo que significa una llamada importante, harán cualquier cosa con tal de no aburrirse.

Ahora somos responsables de establecer límites, de emplear nuevas fórmulas para pedir de forma educada que nos dejen a solas, así como de enfatizar en la importancia de la tranquilidad y el silencio. Si la tecnología no le está agotando, quizás lo esté haciendo la nueva etiqueta asociada.


Nuestro tiempo invertido en tecnología fuera del trabajo


La manera en que interactuamos mediante la tecnología fuera del trabajo ha sufrido también un gran cambio. A finales de marzo, la gente recurrió a Twitter para expresar su estupor ante el hecho de que pasaba un 200% más de tiempo frente a la pantalla del móvil desde que empezase la cuarentena.


Spotify, el gigante de la reproducción de música por streaming, también ha informado de que decenas de millones de usuarios han modificado sus hábitos matutinos desde el confinamiento.
Según los datos acerca de los oyentes de Spotify, “ahora todos los días parecen fin de semana”: nos vamos más tarde a dormir y consumimos contenidos que antes eran populares solo durante los fines de semana, como los podcasts.

Además de nuestro trabajo, nuestra vida social también gira ahora en torno a Internet. Resulta agradable saber que vecinos de algunos barrios de Reino Unido están creando grupos de WhatsApp y que los grupos de amigos se están animando a participar en concursos virtuales.

Sin embargo, antes de la cuarentena, la mayoría de nosotros (sobre todo los más introvertidos) habíamos desarrollado la destreza de poder abandonar con tranquilidad las reuniones sociales cuando nos apeteciese. Con excusa o sin ella, nos escapábamos porque los niveles de la batería que hacía funcionar nuestra vida social estaban al mínimo.

El problema es que las quedadas virtuales se desarrollan durante un tiempo indefinido. Y como rara vez cuentan con una hora límite, ahora nuestras mentiras piadosas son mucho menos creíbles. No tenemos que coger ningún tren, ni quedar con ningún amigo ni asistir a ninguna clase del gimnasio. Lo único que queremos es abandonar la reunión virtual, y esto supone un tema bastante más espinoso de tratar.

Además, en nuestros momentos de soledad, estamos intentando mantener la calma en tiempos de incertidumbre. Por defecto, recorremos ávidamente todas las aplicaciones de noticias para obtener nuestra dosis de información, encontrar un potencial plan de escape o conseguir la siguiente actualización. Nuestra mente está haciendo horas extras.

"Necesitamos la tecnología; es una herramienta con un poder asombroso. No obstante, debemos utilizarla sin quemarnos. Encontrar el punto medio es la clave."

¿Cuál es la respuesta?


Sentirse agotado debido a esta nueva forma de trabajar es un círculo vicioso: queremos demostrar nuestra productividad y hacer visible nuestro compromiso, pero al hacerlo corremos el riesgo de desgastar nuestros recursos mentales, lo que significa que somos menos productivos, nos sentimos mal por nuestras carencias y nuestra productividad baja todavía más.

Necesitamos la tecnología; es una herramienta con un poder asombroso. No obstante, debemos utilizarla sin quemarnos. Encontrar el punto medio es la clave.

Pequeños trucos como establecer una hora de desconexión, asegurarse de hacer pausas con frecuencia, practicar suficiente ejercicio y añadir llamadas telefónicas solo de audio a las comunicaciones pueden marcar una gran diferencia a la hora de mantener un nivel de concentración prolongado. Asimismo, también merece la pena garantizar que las quedadas virtuales tengan una hora de finalización fija (y que no sea obligatorio asistir).

También debemos tener cuidado con el multitasking. Incluso si los compañeros se van por las ramas durante una llamada, no emplee ese tiempo en mirar el móvil o leer las noticias. Tal y como podemos leer en el artículo Cómo combatir la fatiga por Zoom: “Dado que debemos activar y desactivar determinadas partes del cerebro para distintos tipos de trabajo, cambiar de una tarea a otra puede suponer hasta un 40% del tiempo productivo”.

Es posible que también se deje llevar por el poder de la procrastinación. Tal y como hemos analizado anteriormente, la procrastinación no tiene por qué perjudicar la productividad, aunque la culpa y la frustración asociadas puede que sí afecte. A veces, puede llegar a ser una forma muy positiva de que la mente se vacíe de distracciones para volver a centrarse de nuevo.
Eso sí, ante todo, si se siente pesimista con respecto a su productividad o sus niveles de motivación, es importante recordar que no solo está trabajando desde casa, sino que está intentando hacerlo en medio de una pandemia mundial.

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