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_Almagro, un rincón parisino en el corazón de Madrid

Que pasear por el barrio más castizo de Madrid sea un constante déjà vu parisino no es cuestión de magia: se trata de la personalidad única y fascinante de Almagro
noviembre 08, 2024

Edificios majestuosos, de fachadas imponentes y porte aristocrático; balcones de hierro forjado con molduras fastuosas; portadas y zaguanes donde el mármol brilla entre espejos antiguos y maderas nobles; patios interiores que se convierten en un oasis de vibrante naturaleza en el corazón de la ciudad: este es el escenario de película de una vida muy real, que bulle, sofisticada y europea, entre propuestas eclécticas de lifestyle marcadas por el denominador común del buen gusto.

Un día perfecto en Almagro comienza por un aromático café de especialidad en East Crema Coffee Alfonso X o La Deseada, endulzado con las creaciones tradicionales y deliciosas de la Pastelería Ascaso, cuna del emblemático pastel ruso.

La mañana continúa con un recorrido de shopping prime: de las colecciones limitadas de Matelier a las prendas y complementos arty de Zubi Design, pasando por la moda con raíces flamencas de Johanna Calderón, los abrigos de piel de Ángel Benito Moa, las propuestas para caballeros de Belgravia y Villarrubia o los ateliers de alta costura de Diego Estrada o Miguel Marinero, las calles Zurbano, Fernández de la Hoz o la propia Almagro son todo un deleite de elegancia y savoir faire para los amantes de la moda.

En la imagen: Almagro, Beatriz Silveira

En una zona con algunas de las mejores casas de Madrid no podían faltar templos de la decoración más especial: en Almagro tiene su estudio la interiorista Beatriz Silveira; las tiendas de Gancemania o Bahamonde resultan perfectas para encontrar muebles antiguos que son auténticas joyas; quienes busquen opciones más contemporáneas pueden apostar por Tocamadera Design Store; y para esos pequeños detalles que dan un toque especial a cualquier residencia encontramos Pequeña Inglaterra, Small Memories o Fortuny 23.

Llega la hora del almuerzo y el paladar se deleita en templos gastronómicos como Saddle Madrid o Coque. El toque afrancesado llega de la mano de Narciso o El Picaporte, mientras que propuestas como las de Izariya Madrid, Soy Kitchen o Sushita Café nos trasladan al exotismo de la cocina asiática. Los amantes del high low, gastronomía de alta calidad de producto con precio justo, encuentran su place to be en Lamucca Almagro.

El arte también encuentra en este pequeño gran corazón madrileño un lugar donde brillar. Las pequeñas galerías (Daniel Cuevas, Orfila, Odalys…) palpitan en un entorno pleno de inspiración donde el Museo Sorolla ejerce como gran referencia artística. Su estilo decimonónico contrasta en estilo con la rabiosa modernidad de la propuesta arquitectónica de la Fundación Francisco Giner de los Ríos, a pocos metros. Si hablamos de referencias en el mundo de la arquitectura, Sir Norman Foster ha elegido el palacete del Duque de Plasencia para instalar la sede de la Norman Foster Foundation, que el propio genio renovó en 2015 y 2017 (en esta ocasión, con la construcción del nuevo pabellón a cargo de la propia fundación).

Nadie querría que acabase el día en Almagro, pero cae la tarde y es hora de cambiar el ritmo a bordo de un cóctel de autor. El rooftop Irreverente o los bares Ditirambo y Welkhome Club son algunas de las apuestas donde relajarse con los mejores espirituosos en un ambiente selecto. Todo ello sin olvidar el Bar Trafalgar, un pequeño gran rincón que se ha hecho viral por su personalísima fusión de estilo cosmopolita y esencia castiza.

En la imagen: Hotel Santo Mauro, Luxury Collection, gestionado por ACHM Hotels by Marriott

Soñar es mucho más que dormir. Y un sueño, a cada hora del día y de la noche, es lo que ofrece el lugar de leyenda donde despedimos nuestra jornada en Almagro. Si hay un lugar donde las horas parecen no pasar, imbuidas de elegancia y sofisticación propias de un tiempo donde la belleza era una manera de vivir, es el icónico hotel Santo Mauro. Ubicado en el palacio que le da nombre, construido para el duque de Santo Mauro en 1902, es hoy una de las más aclamadas obras de interiorismo de Lorenzo Castillo, que ha hecho de cada estancia un escenario donde los sentidos se deleitan y la imaginación vuela a los más refinados salones parisinos.

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