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_Trafalgar, el Chamberí más auténtico

No es nada nuevo. La plaza de Olavide está año sí, año también, en la lista de las plazas más bonitas y auténticas del planeta según todas las revistas que más saben de plazas bonitas y auténticas
mayo 08, 2025

Castiza a más no poder, soleada hasta en invierno y disfrutona todo el año, es, además, apta para todos los públicos, y también uno de los rincones favoritos de casi todos los madrileños (de nacimiento o de adopción), con sus edificios decimonónicos, sus carteles antiguos, su vecindario heterogéneo... Y no solo los domingos para tomar el vermouth, sino también para vivir, porque esta zona, la de Trafalgar, ese Chamberí más relajado, ¿menos burgués? y más pegado a Malasaña que ahora está en boca de todos, tiene algo difícil de encontrar: la combinación perfecta de las bondades de vida barrio y la dosis justa de moderneo (ese que reivindica las bondades de la vida de barrio pero en versión contemporánea).

Vecinos con tres apellidos gatos y extranjeros, amigos o enamorados, han ido formando una especie de comunidad que ha ido creciendo de forma espontánea durante los últimos años. Todos comparten la misma fórmula: ideas frescas y espacios divertidos y sin pretensiones donde disfrutar de vinos naturales, gildas, cócteles, libros o ropa de aires viajeros, sin el trasiego del centro ni los precios de Salesas.

Su nombre no engaña

El picoteo, la barra, el barullo… ¿Qué nos gusta más que un bar en toda regla?. De estos hay unos cuantos en Trafalgar. Entre ellos, el Bar Trafalgar, uno de esos que si no existieran habría que inventar. De hoy, de ayer o de mañana, tiene ese toque atemporal a la vez que súper actual, con su barra alta y su mesa de billar. Unas cerves, unas tapas (de las patatas amilhojadas con salsa brava o la ensaladilla a la ventresca de atún rojo a la brasa, pasando por una hamburguesa o un cóctel). Creado por tres amigos y para amigos,Trafalgar es ese bar que funciona a cualquier hora y para cualquier cosa. 

"Trafalgar tiene algo difícil de encontrar: la combinación perfecta de las bondades de vida barrio y la dosis justa de moderneo."

Algo parecido le pasa a Ostras Pedrín (Cardenal Cisneros, 39), donde puedes (por mucho menos de lo que te imaginas) darte un homenaje de ostras (las tienen asturianas, valencianas de Castropol y gallegas), o Chez Pepito (en español, casa Pepito; Cardenal Cisneros, 66), otro lugar sin fallo donde se viene a comer lo que se viene a comer: los pepitos de ternera de toda la vida, pero en versión mejorada (el filete se sustituye por carne de vaca vieja de Discarlux, y se acompaña con parmesano, dijonnaise, confitura de tomate casera y rúcula). También hay bravas, faltaba más, y riquísimos brioches de carrillera con mayonesa y hierbabuena.


En la imagen: Bar Trafalgar

La cosa no acaba aquí, porque Trafalgar tampoco olvida ese icono del aperitivo que es la gilda. Desde que en los años 40 en un bar de Donostia se les ocurriera la auténtica genialidad de mezclar la anchoa con la piparra y la bautizaran en honor a la película protagonizada por Rita Hayworth, este pincho ligero pero de sabor punzante se ha convertido en la estrella de las barras de cualquier bar castizo. Pero nunca había llegado a los niveles de La Gildería o Gilda Haus (en La Latina y Malasaña, respectivamente). Era una mera cuestión de tiempo: En Chamberí no podía faltar una sucursal gildil, por eso, sus propietarias, Cristina Bonaga y Yajaira Malavé, decidieron abrir la tercera sede en Trafalgar (Trafalgar, 15). Entre sus bocados, amén de las consabidas banderillas, otros matrimonios tan exóticos como el perrito de txistorra con salsa de yema de huevo, el gazpacho de aceituna gordal con boquerón o los torreznos con salsa Espinaler casera. 


Comida viajera

Además de mirarse al ombligo, Trafalgar también mira al mundo, ya sea en forma de restaurantes gourmet, como el japonés Nanako (Raimundo Lulio, 24) –donde probar insólitas fusiones con aire brasileiro–, o el peruano Casa Koi Migranteo, o con la comida callejera de MOMÖ (Hartzenbusch, 9), un divertido lugar inspirado en un vagón de metro de algún lugar del planeta, en el que lo que se come son kebabs. Y no unos cualquesqueira, sino unos cocinados a la vista en una robata (parrilla japonesa) al carbón, con calidades de ingredientes poco vistas en otros de su especie y fusiones desacomplejadas (e incluso colaboraciones con grandes chefs).

Los dueños de TonTon (Jordán, 7), Bosco Suarez y Cheffe Alice Reydet, tienen en su currículum una experiencia que habla por sí misma: han pasado por algunos de los mejores restaurantes de Europa, como El Celler de Can Roca, Septime y Arnaud Bernard. Aquí no encontrarás nada de lo que servían en ellos, pero sí la misma calidad en un formato más “tontorrón”, más sencillo y relajado donde la gastronomía francesa y la española conviven y juguetean en un espacio es minimalista que invita a compartir,en mesitas bajas o en la barra. Allí te esperan sorpresas como el Flatbread de berenjena, yogur, curry o el Mousse de chocolate, pimiento de espelette. Además de fresquísimas ostras y cremosísimos quesos, claro.


En la imagen: Manifesto 13

Comida y vino, eso es, a grandes rasgos, lo que ofrece Manifesto 13 (Hartzenbusch, 12), que tiene mucho de bottega italiana, pero que también puede volarte al SoHo neoyorkino en un abrir y cerrar de ojos, con su aire de loft industrial, con obrador a la vista, donde elaboran las pastas frescas cada día. No esperes boloñesas ni carbonaras. Aquí podrás probar los Rigatoni con crema de cavolo nero, salsa de ajo y limón, pecorino y polvo de hinojo o los Cappelletti de ricotta di bufala, lima, menta y guiso de rabo de toro, además de otras recetas inolvidables (y poco convencionales) como Capunet de jabalí, salsa de granada y vino tinto. No te pierdas el apartado de los vinos, solo referencias muy escogidas, sobre todo europeas (atrévete con los naranjas).


En la imagen: Pizza Pronto

Sin dejar de lado el amor por la bella Italia (y su bella comida), la ruta culinaria sigue  en Pizza Pronto (Santa Feliciana, 4), un local diminuto donde maridar sus vinos naturales con pizzas sabrosísimas (literalmente) y atrevidas, o donde comprarlas para disfrutar de un picnic en la recién rehabilitada plaza Olavide. No más de una decena y todas ligadas a la estación, con grandes éxitos como la de sardinas ahumadas y parmesano; la de sobrasada e higos; la de porchetta di Ariccia y cebollino o la de pesto de pistacho con espuma de parmesano y burrata. 

A sus propietarios, Timi y Joaquín, no les ha venido de nuevas el éxito que cosecha (y que se ve en la afluencia de visitantes). Su otro espacio (también vecino del barrio), el Alma Nomad Bakery (santa Feliciana, 10), es una panadería y pastelería donde todo es irresistible (de sus focaccias de kalamata a las caracolas de pistacho, pasando por los panes, de la mejor masa madre).


En la imagen: Masa Madrid

El apartado líquido merece otras cuantas paradas. Empezando por Masa Vins –(Trafalgar, 22), con 250 referencias de vinos de todo Europa y algunas de América Latina y Sudáfrica, con especial acento en productoras–, y siguiendo por Cheequitín –(Hartzenbusch, 14), dondesirven cócteles de pequeño formato maridados con tapas–. Ambos vienen a reforzar la oferta mixológica del barrio que ya había iniciado The Dash (Murillo, 5), con cócteles clásicos y de autor y pocas pretensiones, más allá de pasar un buen rato debajo de casa. Dos más para la lista: el Holy Drop (Sandoval, 15), especializado en whisky, y con más de 780 referencias de 16 países, que sirve canónicos clásicos como el Whisky Sour, Pennicilin y el Old Fashioned (Por supuesto no falta el Chamberí Mola, con ginebra japonesa, yuzu, albahaca, pera y soda), y el último en llegar: Macera. 


En la imagen: Holy Drop

Si las noches comienzan a golpe de combinados, las mañanas las alegran los cafés y tés de Cafe Té Ando (Plaza de Olavide, 10), en otro esquinazo de Olavide Cafe Té Ando, cuyo tamaño es inversamente proporcional a la calidad de la selección de sus cafés y tés y a sus tartas y bizcochos caseros, y Toma Café 2 (Danta Feliciana , 5), el local que Santiago Rigoni estrenó en Madrid después del éxito del de la calle La Palma.


Compras y más 

Más bares, pero ahora de una naturaleza diferente: libros para toda la familia. Es lo que ofrecen los argentinos Daniel Ulanovsky Sack y Raquel Garzón en Olavide Bar de Libros (Olid, 14), en esta librería que sale de una de las calles de la plaza, donde seleccionan personal y pasionalmente los títulos de sus estanterías, sin dejarse ningún género ni procedencia en el tintero. No muy lejos está Rughara House (Murillo, 3), el hermano pequeño de Rughara (Santa Feliciana, 9), un pequeño concept store de diseño ”dedicado al arte y artesanos”, con un poco de ropa, decoración y calzado, y mucho orgullo de ser comercio de barrio. Para ponerse en forma y esculpir el cuerpo, está, para cortarse el pelo, xxx y adornar el balcón, las flores de Conde del Cerro (Eloy Gonzalo, 27). 

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