_Arte e interiorismo, unidos en dos genias del buen gusto
Cae la noche en Madrid y se enciende la vida en El Paso. Aquí van a pasar cosas. Va a pasar la belleza, va a pasar la elegancia, va a pasar el talento… y se van a quedar para siempre en el paladar de un selecto grupo de Gentlewoman que celebran junto a Knight Frank el éxito de Ynésuelves y su nueva colección.
Es la ocasión perfecta para deleitarnos con la magia de dos mujeres únicas: Isabel López-Quesada, alma mater de El Paso y una de las interioristas más aclamadas de Europa, y María Osorio, artista, madre y partenaire de Ynés.
Silencio… escuchamos palabras de Genias.
MARÍA: Isabel, nos encontramos en El Paso, tu última y más personal propuesta… que va más allá del interiorismo para ofrecer experiencias y, sobre todo, mucho arte. Y además, El Paso es el gran símbolo de los proyectos que desarrollas con tus hijos Isabel y Álvaro. ¿Qué significa para ti trabajar en familia?
ISABEL: Llevo muchos años laboralmente en familia: primero trabajé con una hermana en el estudio 22 años, cuando era joven también monté una tienda en Monte Esquinza con mi madre y otras dos hermanas, luego tuve mis hijos, se hicieron mayores, estudiaron sus carreras, viajaron… hicieron otras cosas y, por casualidades de la vida –o no sé por qué–, dos de ellos se han vinculado a mí. Isabel trabaja conmigo, además de tener su propia firma (Isita), y Álvaro también ha estado unos años en el estudio, es pintor… y ahora se ha ido a América. Ha aprendido mucho toda la gestión de hacer edificios, venderlo, contratarlo… y además dibuja fenomenal.
Y te diría, María: menos mal que trabajo con ellos dos, porque ahora que Álvaro está tan lejos pienso que por lo menos lo he tenido al lado un buen tiempo.
Lo llevamos bien. Sobre todo porque, como dice Álvaro, yo no les doy peces: les enseño a pescar.
Pero qué te voy a contar, si tú trabajas mano a mano con tu hija Ynés en vuestra firma de moda... ¿Cuáles son los grandes retos que supone para ti el trabajo en familia?
MARÍA: ¿Sabes eso que se dice de que «la confianza da asco»? Pues ya sabes lo que puede suceder con una madre y una hija que pasan juntas todo el día con un proyecto conjunto: es inevitable que, si te levantas de mal humor, de pronto no controles el tono de una respuesta y lo pagues con la de enfrente. Pero al final todo se resuelve, sobre todo cuando formas un buen equipo, como es nuestro caso.
Ynés y yo nos entendemos con una sola mirada. A veces reaccionamos de tal manera que parece que estamos pensando lo mismo, a la misma vez.
Y luego cada una tiene sus roles dentro de la marca: aunque las dos somos creatividad pura, yo me puedo permitir el lujo de ser ‘gagá’ y volar con más libertad. Paradójicamente, cuando emprendes siendo joven necesitas tener los pies sobre la tierra.
Cuando leo los reconocimientos cada vez más frecuentes al talento de mi hija me viene a la mente tu fascinante carrera. Hace poco leía en Forbes que eres «la decoradora española con más proyección internacional». ¿Estos reconocimientos halagan o intimidan?
ISABEL: Halagan y no intimidan nada. En España hay súper profesionales del interiorismo, pero es verdad que estoy entre los profesionales que más trabajamos fuera y, sobre todo, entre los que tenemos más repercusión mediática. Nos han publicado en las mejores revistas internacionales (inglesas, francesas, americanas…) y siempre hemos gestionado muy bien la imagen y la comunicación, gracias a mi hermana Sofía y su agencia, Wozere, que lo han hecho de maravilla desde el principio. Yo siempre he creído en internet y en las redes, desde el minuto uno, y eso se ha notado: buena web, buenas redes…
Al final hablamos de calidad, también en cómo comunicamos… no sólo en lo que hacemos.
MARÍA: Para mí la calidad es lo primero y más importante. Yo necesito que las telas me llamen la atención, que me digan algo. Y creo que esto lo he heredado de mi padre, que tenía mucho gusto por las prendas confeccionadas con tejidos impecables. Esto le confería un aire distinguido que destacaba su elegancia innata.
Y tú también dices a menudo que has heredado de tu madre y tu abuela el buen gusto. ¿Qué significa ese ‘buen gusto’ para ti?
ISABEL: Es que mi abuela Isabel y mi madre tenían un gusto exquisito: sus casas eran muy bonitas, iban arregladas divinamente, mi madre nos llevaba de morir de buen a los ocho hermanos…
Todo se hereda, lo malo y lo bueno, y yo he tenido la suerte de heredar ese buen gusto que ellas tenían y que se me haya unido al don de la decoración o al don espacial.
Pero, respondiendo a tu pregunta, para mí el buen gusto es que todo sea bonito. Odio el feísmo. Y no hace falta hablar de dinerales ni de poderío: el buen gusto es una rosa, es una buena sábana con una inicial bordada, una combinación de colores, una buena proporción…
El buen gusto es ser especial, diferente. Eso me encanta. Odio todo lo masificado.
MARÍA: ¿Por eso dices a menudo que no eres para todo el mundo?
ISABEL: Eso es.
MARÍA: ¿Y dirías que poder elegir es el auténtico lujo?
ISABEL: Sí, tanto por un lado como por el otro: que te elijan tus clientes, que elijan tu trabajo. Y, por otro lado, la libertad de poder dimitir cuando no estás a gusto con un proyecto, del mismo modo que la libertad de un cliente para decirte que no sigas adelante. Una vez que asumes que no eres para todo el mundo, te relajas muchísimo.
Pero bueno, que hablando de lujo… lujo es el mantel que has pintado para la mesa que hoy nos reúne en esta velada. ¿Cómo concebiste esta obra?
MARÍA: Para mí era bastante novedoso realizar una pintura para un mantel, porque estoy más acostumbrada a trabajar sobre linos o sedas: lo que intenté fue trasladar a color todo aquello que la naturaleza me inspira y me hace sentir: delicadeza, frescura, belleza…
Eso y libertad: por eso mezclo muchísimo y no me pongo ninguna barrera a la hora de usar unos colores u otros. ¿Acaso en un campo va a pensar la naturaleza si la flor amarilla encaja con la rosa?
Me encantó una frase que leí tuya hablando de El Paso: «encontré la belleza en lo simple». ¿Belleza y ligereza o simplicidad van unidas en tus valores?
ISABEL: Sí. Por ejemplo, en este edificio vi cómo entraba la luz por unas ventanas de hierro finito, de los años 40, súper industriales… cómo la luz se reflejaba en el hormigón, en un terrazo bastante cutre… y a partir de ahí trabajé. Limpié el espacio –había tenido incluso okupas–, lo dignifiqué y saqué lo mejor de él con ese punto simple, industrial y pobretón.
Con una bonita luz y una buena proporción de espacio, ¿para qué quieres más? Sobre todo cuando hablamos de un lugar que está pensado especialmente para jóvenes, para sacarle partido haciendo algo creativo.
Y ahora que hablamos de luz, me estoy acordando de la luna, un elemento que has utilizado en las esculturas de los Premios Reto Pelayo Vida como «símbolo de transformación, de luz en la oscuridad, de guía en los viajes». ¿Cuál ha sido tu gran viaje vital transformador, María?
MARÍA: La vida es en sí misma una transformación. Cada paso que damos nos hace evolucionar y en mi caso ha sido así desde que, cuando tenía 3 años, murió mi madre. Después estudié en un internado, mi padre se volvió a casar, tuve una madrastra, pasado el tiempo viví mi propio divorcio… Cada una de estas experiencias te transforma como persona.
Pero mi gran símbolo de transformación es la mariposa. Siempre me ha atraído su aspecto, quizá, esotérico… y después de mi divorcio conocí la historia de Elizabeth Kübler-Ross y me cautivó. Esta psiquiatra y escritora descubrió en un campo de concentración que las paredes de los barracones estaban llenas de dibujos de mariposas: desde entonces utilizó la mariposa como emblema de su trabajo, con el significado de un renacimiento hacia un estado de vida superior. Una liberación. Y fíjate qué casualidad: todos mis hijos, sin haberse puesto de acuerdo, tienen tatuada, como yo, una mariposa.
Por otro lado, las rosas, las ninfas o las estrellas me recuerdan la inmensidad y, al mismo tiempo, la pequeñez. Al final sólo somos un planeta: para mí, la grandeza está en la pequeñez… y ahí está Dios.
Y me encanta que estemos hablando de esta dualidad entre arte e interiorismo… porque para mí están muy conectados. ¿Y para ti, Isabel? ¿Crees que pueden existir uno sin el otro?
ISABEL: No, porque el arte, a no ser que sean esculturas de jardín, siempre está indoor, así que necesariamente está unido a la arquitectura y, muy especialmente, a la arquitectura de interiores.
Hay espacios que favorecen al cuadro o a la pieza… y El Paso es uno de ellos: da igual lo que cuelgues y cómo lo cuelgues, porque todo queda bien aquí. Y esto es porque tiene buena arquitectura interior.
Cuando la arquitectura de interiores es mala no favorece al arte, ni al mobiliario, ni a las personas. A nada.
MARÍA: A las dos nos inspira el campo… y al mismo tiempo llevamos una vida muy urbana. O sea, Town & Country, como tu último libro… ¿De qué manera te inspiran ambos entornos?
ISABEL: ¡Muchísimo! Si es que es mi día a día: o bien estoy haciendo casas urbanas o bien estoy haciendo casas somewhere else, ya sea el campo, la montaña, un rancho, una isla… No podría elegir, porque disfruto mucho con los dos temas. Por eso me empeñé desde el principio en poner ese título a mi libro, Town & Country: ¿qué más quieres?
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