_La casa tecno-cálida

¿Qué nos traerá el futuro? Decorativamente hablando, me refiero.

Decía Borges en una célebre cita que “el futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer”, y estoy totalmente de acuerdo. Cuando pienso en las casas que vienen, las que viviéremos dentro de 15 o 20 años, no las vislumbro minimalistas y asépticas, por mucho que las hayan anticipado las películas de ciencia ficción. Creo que nuestros interiores tendrán (de hecho ya tienen) un equilibrio afectuoso y compensado de tecnología y artesanía, de domótica inteligente y de hecho a mano.

Encenderemos las luces LED, calentaremos el dormitorio y conectaremos el horno a distancia desde el móvil, justo antes de llegar a casa, y al mismo tiempo andaremos sobre alfombras tejidas artesanalmente y nos hundiremos en un sofá de cuero mullidísimo y con buena pátina. Pintaremos las paredes en azules aterciopelados propios de un óleo holandés del siglo XVIII, tapizaremos las butacas con linos naturales y comeremos en una vieja mesa de madera platos tradicionales preparados por un robot de cocina. El televisor ultrainteligente, ultradelgado y ultragrande parecerá un cuadro más de la pared camuflado entre la colección de arte, será una pieza silenciosa y no una estación espacial llena de luces y botones.

¿Los altavoces? Algo similar a un cojín o a un tapiz de lana colgado de la pared. En un mundo altamente tecnificado, y tal vez como respuesta a la fría y calculada vanguardia del I+D, en los interiores cada vez se aprecia más la escala humana, lo único, lo no seriado. Ya no vivimos en rígidos palacios, las casas de hoy deben ser flexibles, tecnológicas y cómodas.

El lujo ahora, además de la comodidad que proporciona la electrónica, también es el espacio vacío, es ver envejecer un cuero, es la huella del artesano en los jarrones, las puntadas equidistantes hechas a mano, es ser sostenible y anteponer la comodidad a la casa-espectáculo. Como siempre, el futuro no está escrito, está en nuestras manos.